martes, 20 de marzo de 2012

TRUJILLO Y LA MATANZA DE HAITIANOS DE 1937

Por Wanda Andujar
http://www.monografias.com/trabajos/mathaitianos/mathaitianos.shtml

Antecedentes

Desde hacía más de un siglo los haitianos habían estado penetrando pacíficamente en el país asentándose en tierras agrícolas abandonadas por los dominicanos en tiempos de la Primera República. Por mas esfuerzos que se hicieron en el siglo XIX por llegar a un acuerdo con Haití, nunca fue posible aclarar la cuestión de los límites fronterizos, pues el tratado de 1874 fue un instrumento defectuoso, y las negociaciones de Ulises Heureaux (Lilis) poco antes de morir otorgaron derechos a los haitianos sobre tierras hasta entonces reclamadas por los dominicanos. Durante muchos años, a principios del siglo XX, se procuró llegar a un arreglo sobre los limite fronterizos, el cual solo pudo alcanzarse en 1929 durante el Gobierno de Horacio Vásquez. Pero a pesar de haberse firmado el 21 de enero de ese año un tratado sobre la fijación de Limites, en el país quedaron viviendo varias decenas de miles de haitianos que trabajaban como obreros de la industria azucarera o como sirvientes en las casas de familia o como agricultores y pequeños comerciantes en el sur y en la línea noreste cerca de la frontera.

Esos haitianos estaban completamente marginados de la vida dominicana y el territorio por ellos ocupado era una extensión de la República de Haití. La moneda haitiana circulaba libremente hasta el pueblo de Mao y era aceptada por el comercio de Santiago, en el Cibao. En el sur la moneda circulaba hasta Azua. A pesar de los nuevos límites fronterizos, fijados en 1929, había zonas del país en donde la población no pertenecía a la República y era ajena a las disposiciones y leyes del gobierno dominicano. A principios de octubre de 1937 el Presidente de ese entonces Rafael Leonidas Trujillo viajó a Dajabón y allí pronunció un discurso señalando que esa ocupación de los haitianos de las tierras fronterizas no debía continuar, ordenando luego que todos los haitianos que hubiese en el país fueran exterminados.

Fueron varias las causas que determinaron la matanza. Fenómenos sociales tan complejos como este tienen más de un origen. Sin embargo, entre los diversos factores que provocaron la matanza de 1937, uno de los principales lo fue también la aspiración trujillista de "blanquear" la raza, olvidando sus raíces haitianas.

Desde el ascenso de Trujillo a la presidencia en 1930 hasta agosto de 1934 existió una estrecha relación entre República Dominicana y Haití. La misma fue interrumpida por la invasión militar norteamericana a Haití que se produjo en los meses de agosto a septiembre. Luego de la intervención las relaciones entre el gobierno dominicano y haitiano se mantuvieron activas hasta octubre de 1937.

Uno de los objetivos durante este primer periodo de gobierno de Trujillo era evitar que Haití fuese la base de reuniones y el punto de partida para que los exiliados dominicanos atacaran a República Dominicana buscando derrocarlo. Quería también tener la línea fronteriza bien definida por lo que firmó un Pacto Político a partir de 1936 con el Presidente haitiano, Stenio Vincent.


En dicho pacto se tomó la decisión de no publicar en el país ni difundir a través de otro medio de comunicación nada en contra del país de Haití, ni comentarios racistas que pudiesen ofender a este país y su gobierno. La amistad entre estos dos mandatarios era excelente y nunca se pudo prever un desacuerdo entre ellos.

Mientras tanto los norteamericanos, dueños de la mayoría de los ingenios dominicanos, "importaban" mano de obra haitiana para el corte de la caña de azúcar. Trujillo por su parte intentaba deportar la mayoría de haitianos residentes en el país que no fueran braceros, y a su vez acaparando inmigrantes de raza blanca de todo el mundo con el propósito de refinar la raza dominicana y desaparecer la raza negra. En 1932 se propuso la deportación de braceros haitianos, mediante una Ley de Inmigración existente desde el gobierno de Vásquez, pero las presiones norteamericanas viendo que se ponía en peligro su mano de obra lograron que esto no se llevase a cabo, ese mismo año se deportaron miles de haitianos, pero que no eran braceros.

Para tratar de disminuir el tráfico de braceros que implementaban los ingenios, Trujillo dictó la Ley de "Dominicanización de la industria azucarera", que obligaba a los ingenios a utilizar un 70% de mano de obra dominicana, pero tuvo que ceder a las presiones de los ingenios y los exoneraba anualmente de esta práctica.


En el año de 1934 estableció un nuevo impuesto a las exportaciones, mientras que reducía el impuesto de inmigración que afectaba el trafico de braceros, lo que facilito su importación y obligó a que los haitianos que trabajaran en los ingenios portar una placa numerada que indicara el ingenio donde laboraban. Al mismo tiempo Trujillo promulgó una ley para estimular la inmigración de campesinos blancos en la zona fronteriza, pero estos no respondieron como se esperaba a este llamado. Para el censo de 1935 la población demostró un aumento en la población negra de la zona y en la cantidad de haitianos residentes en el país. A razón de este censo se impusieron una serie de reglamentos a los extranjeros para sacar la cédula de identificación personal con base en certificados consulares, casi imposible de cumplir por la mayoría, pero otra vez tuvo que ceder ante las presiones norteamericanas y derogar dicha ley.

En los primeros nueve meses de 1937 se hicieron todos los esfuerzos posibles para promover la inmigración blanca y expulsar a los haitianos del país. La cantidad de ellos iba aumentando en forma acelerada y en julio del mismo año promulgó una nueva ley que obligaba a los extranjeros a conseguir una certificación de nacimiento y ciudadanía en su consulado quien no la tuviese sería deportado fuese bracero o no, el plazo para cumplir con esta ley prescribía en enero de 1938. Esta vez Trujillo no cedió ante las presiones y negó las exoneraciones de la Ley de Dominicanización de la Industria Azucarera.

La matanza.

El 28 de septiembre de 1937 en la mañana se inició al sur de Dajabón el exterminio de los residentes haitianos, los mataban con cuchillos, palos y machetes con la intención de que pareciese un motín llevado a cabo por campesinos dominicanos; intensificándose y expandiéndose a partir del 2 de octubre. Entre 12,000 y 25,000 nacionales haitianos fueron asesinados en esta matanza, las cifras no son exactas debido al clima de especulación preponderante en la época.

El ministro haitiano en Santo Domingo Evremont Carrié, se presentó delante Trujillo para presentar sus quejas al respecto. Trujillo dio órdenes para parar la operación, aparentemente, pues la matanza de haitianos continuó hasta el 15 de noviembre de forma disminuida y esporádica.

Desde el sur de Dajabón se extendió por toda la zona norte, hasta llegar al este. La Vega, Bonao, Puerto Plata y Samaná fueron los más afectados, pero las provincias donde más haitianos residían, eran Barahona y Azua, donde no hubo asesinatos en octubre, sino en febrero de 1938 aunque en menor escala.

Los protagonistas de esta masacre fueron militares y algunos presos de confianza. La población civil en ningún momento se unió, como se pretendió alegar después, inclusive, muchos civiles trataron de ocultar nacionales haitianos en sus hogares. Todas sus propiedades fueron apropiadas por los militares.


La prensa dominicana por su parte, no dio ninguna noticia al respecto en los primeros días al igual que la prensa haitiana. El Presidente Vincent estaba temeroso de que con cualquier publicación al respecto ofendía a Trujillo lo que provocaría un ataque a su país.

Ante la comunidad internacional, este hecho fue condenado y para negar su responsabilidad en la magnitud del hecho, Trujillo acusó a sus funcionarios de haber exagerado su función dentro de la matanza y haberse salido de lo predispuesto.

Primeras Acciones Diplomáticas.

El Presidente Vincent mandó a buscar al ministro dominicano en Puerto Príncipe, Enrique Jímenes, quien se desempeñaba en el cargo desde julio de 1936. Vincent le entrego copia de los cables que acababa de recibir de la frontera (los cuales, Jimenes, envió por correo a Trujillo), al tiempo que le pidió que fuese a Santo Domingo y le presentase el punto de vista haitiano al Presidente Trujillo.

Con la previa aprobación del gobierno, Jimenes salió hacia Santo Domingo la mañana del 8 de octubre, después de haber visitado a Vincent para informarle que el Presidente Trujillo consideraba los reportes como exagerados, pero que se había ordenado una investigación.

La noticia de la matanza debilitaba políticamente al gobierno de Vincent, obligándolo a negociar con rapidez, buscando algún tipo de satisfacción pública. El escándalo no podía ocultársele a la opinión pública haitiana por mucho tiempo y esta exigiría a Vincent que hiciera algo. En cuanto a Trujillo, y en lo que se respecto exclusivamente a sus asuntos políticos internos, dado el carácter dictatorial de su régimen, la matanza no le afectaba.

El 21 de octubre, trece días después de terminada la matanza, y tres semanas después de su inicio, la prensa internacional público su primera noticia al respecto. El representante de The New York Times en Kingston, Jamaica, reportaba un incidente fronterizo en el que "varios" haitianos habían sido tiroteados por soldados dominicanos. Los haitianos, según el articulista, se habían establecido en terrenos recientemente adjudicados a la República Dominicana como resultado de un acuerdo fronterizo.

Los Estados Unidos en un principio no se mostraron muy interesados en el conflicto, fue al mes de la matanza cuando Washington decidió presionar a Trujillo para que diese una satisfacción adecuada al pueblo haitiano, pues ya el propio Presidente Roosevelt había tomado cartas en el conflicto. A Washington le preocupaba la posibilidad de una invasión dominicana a Haití y como esto podía afectar la paz interamericana, justificaba una acción diplomática norteamericana, aun dentro del principio de no intervención.

Intermediación internacional y el acuerdo

La opinión pública en Haití ya no permanecía callada ante la noticia, e insinuaba una intervención internacional. Así, el día 21, la Asociación Haitiana para la Sociedad de Naciones declaró que el incidente debía ser resuelto con toda dignidad y conforme a las reglas internacionales.

El 23 de noviembre, abogados especializados en asuntos internacionales del Departamento de Estado de Estados Unidos contestaron la solicitud hecha por el Subsecretario de Estado Sumner Welles sobre que podía hacer Haití para lograr procedimientos de conciliación en caso de que el Presidente de la República Dominicana rehuse a aceptar los buenos oficios.

Específicamente sugerían que se convocaran a las Convenciones de Conciliación Interamericana de 1929, y el Tratado para Evitar Conflictos de los Estados Americanos, mejor conocido como el Pacto Gondra. Bajo dichos tratados se había creado una comisión permanente, a la cual Haití debía dirigirse, para que fuese convocada una comisión de investigación. El 18 de diciembre la Cancillería Dominicana accede a participar bajo el Pacto Gondra.


El Estado haitiano demandaba una indemnización y por primera vez surge una cifra de indemnización Trujillo se ofrecía a pagar al Gobierno Haitiano US$750,000 (US$150,000 cuando los congresos de ambos países hubiesen ratificado el acuerdo y US$100,000 anuales entre enero de 1939 y enero de 1944).

En la segunda propuesta de Vincent se planteaban los siguientes aspectos:

• Se reiteraba el sometimiento del acuerdo a la Comisión Permanente.
• Se aceptaba el considerando de que haitianos habían perdido la vida, o habían sido heridos.
• No se mencionarían militares dominicanos como posibles culpables.
• Se aprobaba el monto de US$750,000, con un pago inicial (sin esperar sanción congresional) de US$350,000 (en vez de US$150,000), y pagos anuales durante 4 años en vez de 6 años.
• A los haitianos poseedores de inmuebles en Santo Domingo, le serian devueltas sus propiedades, entre otros.

Luego se decidió que ambos países negociarían directamente, emitiendo al final un resumen sobre lo pactado, el cual debería ser enviado a la Comisión Permanente del Pacto Gondra.

En la contrapropuesta de Trujillo se planteó lo siguiente:

• Se aceptaba el sometimiento del acuerdo a la Comisión Permanente.
• El pago inicial subía de US$150,000 a US$250,000.
• Se insistía en que los haitianos debían impedir la entrada ilegal de sus ciudadanos al territorio dominicano, y sufragar los gastos de su negociación, pero a base de un modus operandi que luego se negociaría
• Se aceptaba la devolución de los bienes inmuebles pertenecientes a haitianos.
• El acuerdo requería la ratificación del Congreso de cada país.

Al final de las reuniones se acordó una indemnización de US$750,000. El 31 de enero de 1938, la Comisión Permanente del Pacto Gondra se reunió en Washington para la firma del acuerdo entre ambos Estados. El gobierno Dominicano hizo un primer pago de US$250,000 al gobierno haitiano, los cuales fueron producto de un préstamo obtenido por el Estado, el resto nunca se pagó completamente.

Uno de los de los dominicanos que habían representado a Trujillo en las negociaciones posteriores a las matanzas recodaba: "El gobierno haitiano recibió 550,000 dólares, pero ellos les dieron a los haitianos dos centavos por cabeza".

Ningún régimen dictatorial de América, de los tantos en número y variedad de matices que han consternado el alma de sus pueblos, superó al de Trujillo, hasta su extinción en 1961, en generar situaciones conflictivas que motivaran, el recurso a los mecanismos del Sistema Interamericano.

Relato de la matanza

Robert D. Crassweller, autor del libro "Trujillo, la trágica aventura del poder personal", relata episodios de este penoso tema, con el nombre: "Haití: Intriga y matanza":

"...Los terribles acontecimientos se produjeron en las treinta y seis horas que siguieron a la noche del 2 de octubre, tuvieron la apariencia de la espontaneidad, y posteriormente se hicieron toda clase de esfuerzos por mantener esa impresión... Aunque la matanza se extendió hasta la bahía de Samaná, en el extremo oriental, la mayoría de las atrocidades se cometieron en las zonas limítrofes y en el Cibao occidental. Solamente en Santiago, el ejército capturó entre mil y dos mil haitianos, los encerró al igual que un rebaño dentro de un patio contorneado por dependencias del Gobierno, y se entregó a la tarea de decapitarlos sistemáticamente con machetes, siendo utilizada ésta arma todas las veces que fue posible con preferencia a las de fuego, con el fin de simular un ataque espontáneo de parte del enfurecido campesinado dominicano..."

"...En Monte Cristy, otro numeroso grupo de haitianos fue obligado a marchar a punta de bayoneta, con los brazos atados, hasta la extremidad del muelle, donde fueron ahogados mediante el sencillo expediente de empujarles a las profundas aguas...En Dajabón sobre la orilla del río Masacre, miles de haitianos fueron derribados a machetazos y a tiros de rifle cuando trataban de refugiarse en la antigua zona. Los cadáveres obstruían el río. Miles de ellos se amontonaban en los oscuros vallejos, en las calles de las aldeas, en los caminos vecinales y en la apacible y verde campiña. Regueros de sangre corrían por los polvorientos caminos rurales de un lado a otro de la frontera. La sangre goteaba de los carros que transportaban los cadáveres a distantes barrancales, para no dejar rastro de lo ocurrido..."


"...Con el objeto de probar la alegación de nacionalidad dominicana que algunos aterrados haitianos clamaban poseer, se adoptó una extraña y lapidaria pauta. A cada uno de aquellos se le pedía que pronunciara la palabra perejil, y todos los que decían “pelegil” se les acusaba de haitianos eran condenados y liquidados sin mas. Cumpliendo órdenes militares, se llevaron a cabo exterminaciones incluso de carácter individual, en el propio seno de las familias....El caso de un capitán dio más tarde mucho que hablar. En cumplimiento de órdenes directas, y en su propia casa, descargó su revólver en el cuerpo de una anciana cocinera haitiana que durante años había sido considerada de la familia"...

Finalmente, es curioso que no se haya encontrado al día de hoy una sola fosa común. Además del mutismo de los sobrevivientes se suma el silencio del batallón de asesinos que fue necesario para llevar a cabo la matanza. No sucedió como en otros lugares del mundo en que los genocidas de todo rango hablaron, dejando testimonios de burla o arrepentimiento. Lo más sorprendente de todo es que la población haitiana no respondió aterrorizada a semejante masacre pues al mes de finalizada la matanza los ingenios azucareros seguían consiguiendo permiso para traer cortadores de caña haitianos. Difícil de creer que una población que huía aterrorizada del baño de sangre en que se le ahogaba, regresara tan pronto como oveja al matadero.

Las raíces haitianas de Trujillo

La madre de Rafael Leonidas Trujillo Molina se llamaba Altagracia Julia Molina Chevalier, conocida como Mama Julia, hija de Luisa Ercina Chevalier y Pedro Molina. Se casó con José Pepito Trujillo Valdez en 1885.

Diyetta Chevalier, la bisabuela de Trujillo por lado materno, una mujer haitiana, llegó al lado dominicano de la isla, a San Cristóbal, durante la ocupación haitiana (1820-1848) y tuvo una hija ilegitima con un militar haitiano. La hija era Luisa Ercina Chevalier, la abuela de Trujillo. Se dice que Luisa era una mujer muy inteligente que se caso con un hombre no tan inteligente, Pedro Molina, relativamente pobre y del campo.

José Trujillo Valdez, el padre de Trujillo, era hijo de José Trujillo Monagas, un espía español que llegó a la isla después de la anexión a España entre 1861 y 1865, y Silveria Valdez.

Los trujillos y los molinas fueron españoles que llegaron al Nuevo Mundo durante la conquista y la colonia.

Los chevaliers fueron franceses descendientes de Joseph Chevalier, Marqués de Philbourou, que llegaron a Haití con el general de brigada Charles Victor Emmanuel Leclerc, cuñado de Napoleón Bonaparte.

1 comentario:

  1. Gracias...necesitamos personas como tú que no dejen que olvidemos la historia: Al leerla vienen a la memoria los dictadores de las novelas de Gabriel Garcia Marquez....Gracias por no desdibujar la frontera que separa la realidad histórica de la ficción....Bibi Soto

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