viernes, 24 de febrero de 2012

¿DÓNDE ESTÁN LOS RESTOS DE CRISTÓBAL COLÓN?


Por: Jesús de La Rosa (catedrático titular de la UASD y Capitán de corbeta)

En visita a República Dominicana el historiador español Manuel Hernández Sánchez Barba, miembro de número de la Real Academia Española de la Historia, cuando vino a impartir un curso de dos semanas sobre la historia de su país, al responder a una pregunta que le hizo el periodista Alfonso Quiñones, de “Diario Libre”, sobre los restos del Gran Almirante Cristóbal Colón, el académico español no hizo más que reafirmar lo que sus colegas españoles han sostenido siempre: que los restos mortales del Descubridor de América reposan en la Catedral de Sevilla, España.

Y renacen las preguntas de siempre: ¿Dónde reposan los restos mortales de Cristóbal Colón? ¿En la Catedral de Sevilla o en el Monumento Faro a Colón edificado a su memoria en la ciudad de Santo Domingo?

Como es de universal conocimiento, Cristóbal Colón murió en Valladolid el 20 de mayo de 1506, día de la Ascensión del Señor. Su cadáver fue llevado a la iglesia de Santa María la Antigua, donde tuvieron lugar las exequias. Fue sepultado después en la Capilla de don Luis de la Cerda, en el Claustro del Monasterio de San Francisco, en esa ciudad. Allí permanecieron sus restos hasta abril de 1509, fecha en que fueron trasladados al monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas, en Sevilla.

Gracias al denodado empeño de María de Toledo, esposa de Diego Colón, el Emperador Carlos I de España y V de Alemania, firmó en Valladolid, el 2 de junio de 1537, una real cédula por la que le otorgaba a la familia del descubridor y a sus difuntos en la Capilla Mayor de la Catedral de Santo Domingo, exención que estaba reservada a las personas de sangre real.

María de Toledo trasladó, en una fecha no determinada con exactitud entre 1540 y 1544, los restos de su esposo Diego Colón y de su suegro Cristóbal Colón de Sanlúcar de Barrameda, Sevilla, a Santo Domingo y los depositó en el presbiterio del Altar Mayor de la Catedral de Santo Domingo, cumpliéndose así la voluntad del Gran Almirante de que “se llevasen sus huesos a la isla española”. Fallecido don Luis Colón Toledo y María de Toledo, sus cuerpos fueron sepultados en la Capilla Mayor de la Catedral de Santo Domingo, el primero al lado de la Epístola y la segunda en el piso inferior de la capilla. De todos esos edictos reales, enterramientos y traslados existen incontrovertibles documentos que los certifican.

De manera que no cabe la menor duda de que en el Altar Mayor de la Catedral de Santo Domingo se encontraban los huesos del Gran Almirante Cristóbal Colón, del Segundo Almirante Diego Colón, de don Luís Colón Toledo, nieto del Almirante Cristóbal Colón, y de doña María de Toledo, esposa de Diego Colón y nuera del Gran Almirante de la Mar Océana y descubridor de América.

A raíz de la firma del Tratado de Basilea, en virtud del cual España cede a Francia la totalidad de la isla La Española, los presuntos huesos de Cristóbal Colón fueron exhumados de la Catedral Primada de Santo Domingo y trasladados a la Catedral de La Habana, en el buque insignia de la Armada española comandada por el teniente general Gabriel Aristizábal y Espinosa.

Tumba de Colón en Santo Domingo

A finales de 1898, al verse obligado el Gobierno español a hacerle entrega al Gobierno de los Estados Unidos la soberanía de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, los mismos restos volvieron a ser trasladados de Cuba a España, en el buque de la Armada española “Conde de Vanadito” y depositados, el 19 de enero de 1899, en la Catedral de Sevilla, donde actualmente se encuentran.

Tumba de Colón en La Habana

El 10 de septiembre de 1877 apareció en el presbiterio del Altar Mayor de la Catedral de Santo Domingo una urna de plomo con inscripciones que señalaban que en su interior se encontraban los restos de Cristóbal Colón. La noticia de ese hallazgo se propagó por todo el mundo. Mientras los historiadores dominicanos alegaban que los restos que los españoles trasladaron de Santo Domingo a La Habana creyéndose que eran los de Cristóbal Colón, correspondían a los de su hijo Diego Colón, los de la Real Academia Española de la Historia descreían de la verosimilitud de ese hallazgo, calificándolo de “pura superchería”.

Un equipo de investigación, dirigido por el doctor José Antonio Lorente, médico forense y director del Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de Granada, ha estado tratando de establecer de manera clara y definitiva el lugar de nacimiento de Cristóbal Colón y el sitio donde se encuentran depositados sus huesos. La idea del grupo es concentrarse en contrastar el ADN mitocondrial (el procedente de la madre) de los restos de Diego Colón, hermano del Descubridor, custodiados en la Cartuja de Sevilla, con los que se cree que corresponden a Cristóbal Colón que están en la Catedral de Sevilla. Si ese colectivo de investigación de la Universidad de Granada consigue cotejarlos en un 100%, quedaría probado que los esqueletos corresponden a dos hermanos maternos, lo que demostraría que los restos de Cristóbal Colón están en la Catedral de Sevilla y no es el Monumento a Colón de Santo Domingo.

Tumba de Colón en Sevilla

Las noticias que nos han llegado dan cuenta de que, después de más de dos años de estudios genéticos y antropológicos, los investigadores de la Universidad de Granada lograron comprobar, con base en resultados de prueba de ADN, que los restos que se encuentran en Sevilla son los de Cristóbal Colón. Y que dichas osamentas no llegan a constituir el 15% de la totalidad del esqueleto del Descubridor de América. Sánchez Barba afirma que apenas son 150 gramos de huesos lo que queda de esa venerable reliquia.

Podría resultar, esperamos que así sea, que los restos que están aquí depositados en el Monumento Faro a Colón también correspondan al Descubridor de América. Si resultara ser así, se confirmaría la hipótesis del historiador dominicano Carlos Dobal de que una parte de los restos de Colón están aquí y otra en España, en la Catedral de Sevilla.

Monumento Faro a Colón

Es que frente a resultados basados en pruebas de ácido desoxidoribonucleico (ADN) no valen los argumentos ni las interpretaciones de contenidos de documentos. El gobierno dominicano debe permitir un estudio de ADN a los alegados restos de Cristóbal Colón que se encuentran en el Monumento Faro a Colón. Para ello, debe nombrarse una comisión integrada por entendidos en la materia. Y de ser necesario, el Gobierno dominicano debe de recabar la ayuda y asesoría de organismos internacionales.

¿Qué podría resultar de todo esto? Una de dos cosas: Que se pruebe que los huesos de Colón están repartidos en dos tumbas, una en la Catedral de Sevilla y otra en el Monumento Faro a Colón en la ciudad de Santo Domingo. También, podría suceder que los alegados restos de Cristóbal Colón que están aquí correspondan a su hijo Diego Colón o a su nieto.

El mundo no se va acabar si se comprueba que los restos del Descubridor no están aquí. La verdad siempre es revolucionaria.

Tumba de Colón en el Monumento Faro a Colón


ESTÁ COMPROMETIDO EL HONOR DOMINICANO

Por: Pedro Troncoso Sánchez

Sorprende saber que la tumba de Cristóbal Colón no estuvo identificada por una señal exterior, en el presbiterio de la catedral de Santo Domingo, desde cuando fueron colocados allí por María de Toledo en 1544 hasta después de su hallazgo en 1877. Es difícil explicar en estos tiempos tan rara circunstancia. ¡Los restos del glorioso héroe descubridor de la geografía enterrados en esa forma anónima, como los del más humilde de los mortales!

Es una historia muy larga de contar. El sólo recordar las ingratitudes y amarguras que sufrieron en vida, después del descubrimiento, el genial navegante y su familia, basta para imaginar las contrariedades que también se opusieron el decoroso descanso de sus despojos.

Tras larga y enojosa litis y entre dificultades sin cuento, se logró que Carlos V expidiera una cédula real, fechada el 2 de junio de 1537, por la cual concedía a los descendientes de Colón la capilla mayor de la catedral de Santo Domingo para que fuera el sepulcro del primer almirante y sus sucesores. Pero tan decepcionada quedó María de Toledo por causa de los obstáculos que se le opusieron cuando trajo a este país los restos de su suegro y también los de su esposo para ser allí inhumados que, contra el parecer de Fernando Colón, se obstinó en que la tumba no llevara encima busto ni lápida identificadora.

Esta omisión, unida a la rápida despoblación y decadencia del país en la misma época, con su secuela de ignorancia y alienación, dio lugar a que casi cayera en olvido por más de un siglo la ilustre sepultura. Que se sepa, un solo documento posterior a 1544, en el siglo XVI, hace referencia a la tumba de Colón. Es una Relación de cosas de La Española, escrita por el arzobispo Alonso de Fuenmayor a cinco años de la inhumación. En este documento se dice que "la sepultura del Gran Almirante don Cristoval Colón, donde están sus huesos, era (en 1549) muy venerada e respetada en aquella Iglesia Catedral".

Es increíble. A mediados del siglo XVII no se sabía con exactitud el lugar del presbiterio en que estaban. Que si en la parte baja; que si en la alta. Así lo dejó consignado en 1650 el cronista Jerónimo de Alcocer. Según lo explica Fray Cipriano de Utrera en su obra sobre el tema, el dato de que en 1655 el arzobispo Francisco Pío de Guadalupe y Téllez, por temor de una profanación de parte de los invasores ingleses, mandara a cubrir "la sepoltura del Almirante Viejo" sólo puede referirse a los escudos pintados en las paredes de la capilla mayor, no guardaban relación con sepulcro alguno.

"Corre el mes de noviembre de 1664", dice el padre Cipriano... Se ha rebajado por un igual todo el piso del presbiterio y han aparecido cuatro restos morales de los ascendientes del duque de Veragua habían sido otrora inhumados allí. Ninguno de los que concurren a ver el acontecimiento, ninguno a quien se consulta, puede decir más, sino que sabiendo que en la capilla mayor están sepultados los ascendientes del duque, y entre ellos Cristóbal Colón, habían ignorado hasta aquel momento que los huesos del primer almirante estuviesen en el sitio en que habían aparecido".

Tumba de Diego Colón en la Catedral Primada

Testimonios y dictámenes

El acucioso fraile historiador se apoya en el testimonio escrito dejado por el arzobispo Francisco Cueva y Maldonado en 1667, en lo declarado en el Sínodo de 1683 y en lo visto con los ojos en 1795 y en 1877 para sostener que en 1664 los restos de Colón, al ser encontrados, fueron pasados de la ya deteriorada urna en que vinieron de España a una nueva urna "más decente". Ésta quedó debidamente identificada con inscripciones grabadas en el mismo envase y en una plaquita de plata adherida a ella, pero ninguna estela exterior fue colocada.

Las inscripciones fueron examinadas a raíz del hallazgo de 1877 por los paleólogos italianos Andrea Gloria, Cesare Paolo e Isidoro Garini, quienes comprobaron que "las inscripciones de la caja de plomo y las de la plaquita de plata son del siglo XVII, y de su segunda mitad".

Este dictamen coincidió con la conjetura hecha por Emiliano Tejera de que en alguna época habían sido pasados los huesos de Colón de su recipiente original a uno nuevo, por haber visto en el hoyo residuos de una urna más antigua y mostrar la cajita la inscripción "D(escubridor) de la A(mérica)" , que lucía anacrónica.

Esta hipótesis de don Emiliano quedó más tarde convertida en certidumbre, documentalmente respaldada cuando en 1892 se publicó en España el libro de la duquesa de Alba, obra en la cual se transcribe la carta del arzobispo Cueva y Maldonado, de 1667, en que da cuenta del hallazgo de los restos de Colón y de haberse repuesto en su fosa "en forma más decente".

La importancia de toda esta sustanciación del asunto radica no solamente en que conduce a establecer la verdad en cuanto concierne a la tumba de Colón, sino en que echa por tierra la grave sospecha formulada en 1879 por la Real Academia Española de Historia en perjuicio de los honorables dominicanos que intervinieron en la verificación efectuada en 1877, ya que aquella injusta acusación se funda, esencialmente en que las inscripciones encontradas no pudieron haber sido puestas en el siglo XVI.

Excavaciones posteriores

Cuando a mediados de 1795 se supo que, por virtud del tratado de paz firmado en Basilea (Suiza) entre España y Francia, la parte oriental de la isla pasaba a ser posesión francesa, algunos pensaron que los restos de Colón debían ser trasladados a tierra española. Poco antes, en 1783, tres canónigos del Cabildo de Santo Domingo habían asegurado por escrito, en términos imprecisos, que esos restos estaban enterrados a la derecha del altar mayor de la catedral de Santo Domingo. El arzobispo Portillo y Torres y el comandante Aristizábal, guiados por este testimonio, ordenaron hoyar en el lugar y dieron con una urna sin inscripciones. Ahí están, sin duda, los despojos del descubridor, se dijeron, y no se continuó la excavación. Muchas veces ha ocurrido, como en este caso, que la fuerza de un deseo ha cerrado el paso a la búsqueda de la verdad. El escribano que dio fe del hecho no se atrevió a decir en su acta que se trataba de los restos de Colón. Prudentemente se limitó a declarar que eran los "de algún difunto". Era una época en que no había la conciencia arqueológica que hoy hay en los círculos cultos. No se conocían entonces las reglas del arte de excavar, con sus técnicas y sus cautelas. Por eso se equivocaron el arzobispo y el comandante y fueron los huesos de otro Colón los llevados a La Habana.

Se vino a descubrir esta equivocación en 1877, cuando en ocasión de reparaciones en el piso del presbiterio del templo fueron hallados, sin buscarlos, los restos que ochenta y dos años antes habían sido infructuosamente buscados. Estaba la sepultura de Colón a apenas dieciséis centímetros de distancia, entre el hoyo practicado en 1795 y la pared norte del presbiterio. Por la razón antes referida, la urna hallada era más nueva que la sacada en 1795 y ostentaba el nombre y el titulo del difunto.

Un testigo presencial, el joven sacristán mayor de la catedral, Jesús María Troncoso, dejó su testimonio por escrito. Primero relata la forma casual en que en abril del mismo año fue descubierta la hasta entonces ignorada tumba del primer duque de Veragua, don Luis Colón de Toledo, nieto del descubridor. Personas representativas verificaron el hecho, pero, dice Troncoso, "ninguno opinaba pudiera estar Cristóbal Colón en el mencionado presbiterio". No podían pensarlo, puesto que se tenía por verdadero que esos restos habían sido Ilevados a Cuba. También dice: "Recuerdo que don Luis Cambiaso dijo que el general Luperón pidió una vez que los restos del descubridor los devolviera España, pues era aquí donde pertenecían estar, según la expresa voluntad de don Cristóbal".

Se siguió excavando, pero sólo porque "era buena la ocasión para averiguar si se podían conseguir, como los de don Luis Colón, otros despojos históricos, pues, como ya sabíamos, había sido allí enterrada doña María de Toledo, la virreina".

La excavación continuó los días 8 y 9 de septiembre y se encontraron los despojos de Juan Sánchez Ramírez y "los de un párvulo que se podía ver eran de siglos atrás". "Siguiendo a la única parte que no se había excavado –agrega– se descubrió un hoyo, al que, aplicando una barreta, ésta se introdujo". Suponiendo que podía tratarse de un enterramiento de importancia histórica, el sacristán ordenó la suspensión del trabajo y dio aviso al padre Billini y al obispo Rocco Cochía. El primero llamó al ministro de lo Interior, general Marcos Cabral, y al señor Cambiaso. En su presencia y la de otras personas "se quitó una piedra entera y se vio perfectamente una bóveda en la que estaba colocada una caja de plomo en dos ladrillos gruesos. Esta fue sacada por Pablito Hernández y yo. Se colocó sobre la mesa del altar y, quitado el polvo que contenía, se pudo leer: Illtre. y Esdo. Varon Dn. Cristoval Colón D. de la A. Per Ate." Era el 10 de septiembre de 1877.

España no ha reconocido oficialmente este hecho. La Real Academia Española de la Historia lo ha creído una superchería. Antes de cumplirse los quinientos años del Descubrimiento de América, debe brillar la verdad sobre los restos de Colón y quedar limpia la República Dominicana de la injusta acusación de fraude lanzada entonces contra ella y mantenida todavía.

Pedro Troncoso Sánchez: Historiador dominicano y miembro de número de las Academias Dominicanas de la Historia, de la Lengua y de Ciencias.

Ensayo publicado en la revista Ya –3 de Enero de 1985– Madrid

1 comentario:

  1. Buen articulo , felicidades , gracias por toda información , esta claro que esos son los restos , y España debería devolver los que se llevo .

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